La vida es un regalo de Dios y por lo tanto se debe
defender y compartir con los otros. No podemos atentar contra la nuestra ni la
de los demás; toda vida es sagrada única e irrepetible.
El respeto por la vida se aprende desde el hogar
orientando la familia para que brinde su aporte hacia una sociedad en paz y en
tolerancia que trasmita el cuidado y aprecio de los seres humanos, los animales
y las plantas, pues todos ellos representan diferentes formas de vidas creadas
por un ser superior. Así mismo debemos respetar y conservar los recursos
naturales que son elementos de vida necesarios para el futuro porque la
naturaleza es parte de la vida y a la vez es fuente de vida.